domingo, 27 de mayo de 2012

Aceites extremeños en el Barrio Gótico de Barcelona


El Barrio Gótico de Barcelona, enclave privilegiado de la ciudad condal, esconde múltiples tesoros artísticos, monumentales, culturales y, también, gastronómicos. En uno de mis últimos paseos por sus estrechas y abigarradas callejas, descubrí uno de esos comercios que no te dejan indiferente: una tienda especializada únicamente en aceites de oliva virgen extra y en productos derivados del mismo. Se trata de orolíquidosituada en el carrer de la Palla, a muy poca distancia de la Plaça del Pi y también de la catedral de Barcelona. Y entre su selecta oferta no podían faltar las dos denominaciones de origen extremeñas: Gata-Hurdes y Monterrubio.

Fachada de orolíquido, en el carrer de la Palla de Barcelona
Como se indica en su web, el objetivo de la tienda, la primera de su tipo en Barcelona, inaugurada en noviembre de 2005, era crear un espacio único, singular y elegante, en el que el oro líquido, el aceite de oliva virgen extra y sus derivados, fuesen los principales protagonistas. El aceite no sólo es un producto gastronómico de primer orden, sino que forma parte indisociable de la identidad cultural mediterránea.
No hay lugar a dudas de que sus socias y fundadoras, Ana Segovia y Patricia Elkhoury, han conseguido el objetivo que buscaban con esta oleoteca, pues es un auténtico placer entretenerse en sus estantes viendo la enorme variedad de aceites que exponen. Y ahí, entre los mejores de España, están los aceites extremeños.
Según los responsables de la tienda, no siempre tienen los mismos aceites, pues estos van rotando, tanto si se trata de los integrados dentro de las D.O., como de algunos que están al margen de las mismas. El único criterio que siguen para que tengan su espacio en orolíquido es la calidad.
En estos momentos las marcas de aceites extremeños que el consumidor barcelonés o el visitante ocasional pueden encontrar en este singular comercio del Barrio Gótico, son las siguientes:
  • Pago Baldío de San Carloscuyas instalaciones están situadas en la Finca La Laguna de Majadas del Tiétar (Cáceres). De esta marca se ofrecen los aceites full moon, Pago Baldío de San Carlos, Oro San Carlos y San Carlos Gourmet.
  • La Chinata, de Plasencia. 
  • Marqués de Valdueza, procedente de la Finca Perales de Mérida.  
  • IO, producido por la compañía Vianoleo de Guareña, en las proximidades de Mérida. 
  • AME, de Jerez de los Caballeros.
En cuanto a productos de cosmética, además de La Chinata, también tiene de olivaolivae, elaborados por la centenaria empresa Jacoliva de la localidad de Pozuelo de Zarzón, cerca de Plasencia.
Ya lo saben, uno de los ingredientes imprescindibles de cualquier pa amb tomàquet es un buen aceite de oliva virgen extra. Y los extremeños están a la altura de los mejores. Pruébenlos.

jueves, 24 de mayo de 2012

Juancho Pérez, un campeón del mundo que intenta que el balonmano extremeño sobreviva a nivel nacional


Juan Pérez Márquez, Juancho Pérez para el mundo del balonmano, es uno de los deportistas extremeños más ilustres de la historia. A sus 38 años, este badajocense puede lucir entre sus galardones la medalla de oro del Mundial de Túnez de 2005, las medallas de bronce de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y Sidney 2000, o el máximo reconocimiento que concede la comunidad autónoma extremeña, la Medalla de Extremadura, que recibió en 1996. Ahora, desde la presidencia del Club Balonmano Escubal de Badajoz, sigue empeñado en su objetivo de conseguir que el balonmano de nivel arraigue en la región.

En un partido con la selección española
Juancho Pérez estuvo ligado durante dos temporadas a la disciplina del F.C.Barcelona, durante las temporadas 1994/95 y 1995/96. En ese lapso de tiempo su currículo se engrosó con una Liga Asobal, una Copa de Europa, una Recopa de Europa y dos Copas Asobal.
¿Cómo recuerdas aquellos dos años en F.C.Barcelona?
Yo estuve dos temporadas en el Barça. Llegué con 20 años y salí con 22. Fueron dos años duros por la dinámica del equipo, el vestuario estaba fragmentado y eso para un novato en estas lides no fue una ayuda. Pero para mí fueron un mini-máster. Sabía que cada momento tenía una oportunidad única de aprender y así lo hice.
¿Qué hacías en el tiempo libre que te dejaban tus obligaciones deportivas?
En el poquísimo tiempo libre que tenía me gustaba pasear por el Barrio Gótico o acercarme a un cine que estaba por encima de la travesera de Les Corts, casi en Carlos III. Tenía salas pequeñas y proyectaban muchas películas en versión original, que eran una delicia.
¿Tuviste tiempo de recorrer algunos lugares de Catalunya?, ¿alguno que te agradase especialmente?
Desafortunadamente no. Los deportistas hacemos muchos kilómetros, pero los disfrutamos poco.

El Escubal Badajoz
En la motivación de la concesión de la Medalla de Extremadura en 1996, a Juancho se le define como un deportista intrépido, al que le gusta el riesgo y apostar fuerte por él mismo; prueba evidente de ello son sus declaraciones a la vuelta de Atlanta, donde consiguió la medalla de bronce con la selección nacional de balonmano, cuando afirmó haber abandonado el F.C. Barcelona por no querer convertirse en un funcionario del deporte.
Tras su salida del equipo catalán, su periplo profesional le llevó al Balonmano Valladolid (1996-1998), Ademar León (1998-2002) y Portland San Antonio de Pamplona (2002-2009).
Después de muchos años de estar en la élite del balonmano español, con recuerdos imborrables, regresas a Badajoz y coges las riendas del Escubal. Por segundo año consecutivo el equipo ha conseguido la permanencia en la categoría de plata, pese a los graves problemas económicos. ¿Qué es lo mejor de esta experiencia y qué es lo peor?
Lo peor, sin duda, es el dificilísimo marco económico en el que sobrevivimos; lo mejor que esta temporada hay 7 extremeños, más todo el cuerpo técnico, compitiendo en la División de Honor Plata del balonmano español.
¿Cómo ves el futuro?, ¿por qué es tan difícil enganchar al público de Badajoz, no sólo con el balonmano, sino con otros deportes, incluido el fútbol?
Tenemos el inconveniente de que en Badajoz la gente acostumbra a disfrutar de los cálidos inviernos en el campo o visitando a la familia en sus pueblos de origen. En el norte de Europa, la gente entra en el pabellón a las 10 de la mañana, juegan los peques, hacen un lunch, ven el partido de los mayores y se van a casa con 5-10 grados bajo cero. Nosotros vivimos en la calle y cuesta mucho cambiar esa tradición.
Profesionalmente hoy sigues teniendo vinculación con Catalunya, pues si no me equivoco colaboras con la empresa de medicina deportiva que dirige el que fuera capitán del Barcelona de balonmano, Joan Sagalés. ¿Es correcto?, ¿nos podrías explicar en qué consiste esa relación?
Afortunadamente soy delegado de ventas de Medcomtech, empresa afincada en la localidad barcelonesa de Viladecans, cuyo manager es Joan Sagalés. Vendemos material de traumatología (prótesis, placas, tornillos quirúrgicos, etc.). Tuve la fortuna de contactar con ellos cuando estaban cubriendo el resto de territorio nacional y no tenían a nadie en Extremadura.
Alguna reflexión ante las muestras de incomprensión que muchas veces presiden las relaciones entre Extremadura y Catalunya, sobre todo protagonizadas por los políticos. ¿No sería mejor profundizar en lo que nos une, que alentar las discrepancias que se producen?
Si nos metemos en política se oscurece todo. A los extremistas nacionalistas les resulta facilísimo darle caña a nuestra tierra, porque su demagogia la convierten en votos incultos automáticamente. Aquí nadie olvida la cantidad de paisanos que fueron acogidos allí en los años del hambre. No he oído a ningún extremeño criticar a Cataluña, porque nos ha dado de comer a muchos.
Está clarísimo que las chispas saltan por motivos totalmente malintencionados, de señores que no pueden aportar ideas válidas en estos momentos tan difíciles y solo ocupan titulares en los periódicos diciendo estupideces.
Y sí, sin ir más lejos, yo desayuno... una catalana con jamón, extremeño, eso sí.

viernes, 18 de mayo de 2012

Catalanes en Extremadura (1763-1872) [y IV]: Los laneros. Los hermanos Calaff.

Cuarta y última entrega del artículo del Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Extremadura, Miguel Ángel Melón, en la que se analiza la presencia de familias catalanas en la ciudad de Cáceres, entre 1763 y 1872. En esta última parte vuelve a aparecer uno de los apellidos que más han quedado vinculados a la ciudad, Calaff, en esta ocasión por sus negocios laneros.


El Lavadero de los Barruecos
El interés de los catalanes por el mercado lanero cacereño se advierte ya al poco de su llegada, si bien como una parte más de sus múltiples tratos, pero no, en principio, como la fundamental. Esto no sucederá hasta la tercera década del siglo XIX en que los hermanos Calaff harán una apuesta definitiva en esta dirección y convertirán el tráfico con lanas en su principal fuente de ingresos, culminando así los tres estadios en torno a los que configuran sus actividades los catalanes en Extremadura. En 1828, tras la separación de Miguel Calaff de la compañía de comercio Viuda de Segura Tomás y Compañía, junto con su hermano José Policarpo compra a la Condesa de Torrearias el Lavadero de los Barruecos -el más importante de los tres que funcionaban en Cáceres-, por valor de 340.000 reales. Por esas fechas, según las informaciones contenidas en el Vecindario de Cáceres de 1828, el total de lanas lavadas ascendía a 50.000 arrobas, la mayor parte de las cuales eran tratadas en el mencionado lavadero.
Aunque no se conservan datos acerca del funcionamiento del lavadero para la primera mitad del siglo XIX, los que conocemos para la segunda permiten establecerlo con claridad y, salvo matices, hacer extensibles algunas de las conclusiones obtenidas para todo el período aquí considerado, desde las formas de aprovisionamiento, hasta el siempre complicado asunto de estimar los costes de producción y el destino final de las remesas de lanas.
Lanas vendidas por Miguel Calaff en 1862
En cuanto a la adquisición de lanas durante el año 1862 -al que aparecen referidos cuantos cálculos se expresan a continuación-, el lavadero se surte de lanas leonesas, finas riberiegas y negras en los esquileos de la jurisdicción de Cáceres, lo que supone el 38,06 % de las 18.415 arrobas que compran los Calaff. En las comarcas meridionales extremeñas los acopios más importantes se realizan en Mérida, Almendralejo, Zafra y Fuente del Maestre, hasta completar el 41,1 %; el 20,8 % restante procede de las Vegas Altas del Guadiana (de Don Benito, principalmente).
Una vez conseguidas las remesas de lanas, cuyos precios variaban en función de su clase y calidad, eran llevadas al lavadero para ser tratadas y, posteriormente, enviadas a diferentes puntos de la geografía nacional y europea.
En el capítulo de gastos, los derivados de la adquisición, esquileo, recogida y transporte representan el 45,0 % y albergan notables diferencias según las zonas de procedencia de las remesas. Las compradas en los esquileos cacereños, en contrapartida a que por ser las de mejor calidad registran los precios más elevados, conllevan unos menores gastos de acarreo; por el contrario, las procedentes de tierras pacenses unen a unos precios más bajos unos desembolsos superiores por comisiones y transporte. El lavado de la lana absorbe el 36,76 % (tratamiento, jornales para mantenimiento de las calderas y embalaje), de donde resulta un coste medio por arroba lavada de 4,1 reales.
Por diversos motivos, relacionados con el hecho de que no a todas las lanas se da salida el año en que se adquieren, en las estimaciones de beneficios se ha de operar con extremada cautela, pero los resultados ponen de manifiesto la importancia del capital que movía una empresa lanera. En el año considerado, el valor de las 18.415 arrobas de lana se eleva a 1.548.251 reales, mientras que las 12.540,5 arrobas que saca al mercado le reportan un total de 1.851.895 realess. Si a la primera partida se añaden los costes de esquileo, transporte y tratamiento de la materia prima (134.529 reales), el valor global del desembolso es de 1.682.780 reales que, deducidos del producto final que recoge la contabilidad (1.863.355 reales), arrojan un saldo líquido de 180.575 reales, a los que vendría a añadirse el producto de las 5.887 arrobas que, ya lavadas, se almacenan para darles salida en posteriores ejercicios. Una primera conclusión que se desprende a partir de todo lo expuesto parece evidente: la rentabilidad que aseguraban estas empresas se encontraba muy por encima de la que proporcionaban otras actividades dominantes en Extremadura hasta entonces, como la explotación de la tierra o la renta inmobiliaria, amén de permitir unos amplios márgenes de beneficio susceptibles de orientarse en otras direcciones. Y todo ello a la vista de que, para entonces, la calidad de estas lanas, con relación a las que durante el primer tercio del siglo salían de Extremadura, era sensiblemente inferior.
Entidades y comerciantes relacionados con Miguel Calaff
La fase final del proceso, concerniente a la comercialización de la lana, permite dibujar con detalle la red de intercambios configurada en torno al mercado lanero extremeño, los puntos de destino de la materia prima y el área de actuación de la empresa de Miguel Calaff. En el exterior, y a diferencia de lo que ocurriera en la primera mitad del siglo, las fábricas de tejidos portuguesas de Covilha acaparan el mayor porcentaje de las arrobas vendidas (el 40,2 %); Inglaterra, por el contrario, ha pasado a ocupar un segundo lugar, pero mantiene operativa la estructura comercial configurada en aquel período. Desde Sevilla, el agente de los Calaff, José María de Ibarra, concierta todas las operaciones con la firma londinense Anselmo de Arroyave y Cía., destinataria en exclusiva del 25,7 % de la lana comercializada. En ambos casos las sacas y saquetas que se remiten son de la clase leonesa, en sucio, pero también lavadas de ganados finos riberiegos y de “piaras”, de menor calidad, esquiladas en el Lavadero de los Barruecos. Por razones que desconozco, el precio final de algunas de estas partidas se multiplica por cuatro con relación al de compra, lo que no ocurre con otras lanas lavadas o en sucio que también se exportan. En Francia es el comerciante Próspero Cartier, de Santa María de Oleron, quien recibe el 11 % del total de lanas vendidas.
En el mercado interior Extremadura absorbe el 19,6 %, sin que se conozca con exactitud el uso que a estas remesas dieran los tratantes cacereños como Jorge Rocandio, vecino de Alcántara, que a buen seguro exportara algunas a través de la frontera portuguesa con destino a Lisboa. Las cantidades vendidas a fabricantes de Béjar suman 350,9 arrobas, mientras que a Cataluña sólo se envían 228,7 arrobas, destinadas a los Señores Vinuesa y Compañía, de Barcelona, y Fontanet Hermanos, de Sabadell. Sin embargo, la firma comercial demuestra un interés creciente por consolidar las relaciones comerciales con los enclaves textiles catalanes, según se desprende del intercambio de correspondencia con los fabricantes de Sabadell. El 29 de enero de 1862, la Fontanet y Hermanos solicita de Miguel Calaff una partida de lanas, a lo que éste responde que “en jugo” no contaba con ninguna existencia y sí con 3.500 lavadas, aunque comprometidas ya con compradores extranjeros. Pero explica que “si bien, por otra parte, suponía yo que a ustedes no les convienen lanas lavadas, porque habiendo hecho el experimento más de una vez con muestras para Cataluña, como me ha sucedido últimamente con 6 sacas que deben hallarse sin vender en casa de los Señores Coll Hermanos y Barba, de Barcelona, he visto ya por experiencia que es mal negocio el envío del lavado”. Ante tal eventualidad, y dado el escaso interés que demuestran los fabricantes catalanes por las lanas lavadas, Calaff les remite 25 sacas, vía Sevilla, incluyendo en ellas lanas de todas clases, “porque es la manera de apreciar mejor el valor de unas pilas llevando vellones, añino, caídas y peladas” y manifestarles de ese modo “una prueba del deseo que me anima en hacer negocios con su respetable casa”.

Consideraciones finales

Fue otro erudito cacereño, Miguel Muñoz de San Pedro, descendiente de una familia de cameranos logroñeses que llegó a Cáceres por la misma época que los catalanes estudiados, quien, para explicar lo efímero de esta burguesía cacereña que se consolida a lo largo del siglo XIX utiliza un argumento, no carente de interés, pero mediatizado sin duda por la traumática experiencia de sus paisanos, los García Carrasco, cuya quiebra sobrevino a mediados de la centuria por una mala jugada en la bolsa madrileña: “En el fondo de todo aquello había, sin duda, en lo económico, algo momentáneo y artificial, porque las bases de las grandes casas señoriales eran sólidas, asentadas en las inmensas dehesas, mientras las de los García Carrasco se sustentaban en operaciones financieras, sujetas siempre a los inestables azares de la fortuna”. De aplicarse el análisis en los términos expuestos exclusivamente, quedarían al margen otras razones cuya influencia en lo limitado del fenómeno que se estudia no debe minusvalorarse.
Cabe destacar, en principio, una muy difícil capacidad de renovación y autoperpetuación del mundo que estos catalanes estaban contribuyendo a construir. Fuera de los pioneros como Juan Busquet, los Segura o los Calaff, escasea entre sus descendientes una preparación para los negocios y un espíritu tan emprededor como el que aquellos habían mostrado. Dejando al margen la escasa apertura de estrategias familiares que promovieron, la tan traída y llevada cuestión de la iniciativa empresarial fue algo que, al contacto con Extremadura, no consiguió arraigar más allá de esa primera generación. En ocasiones por la propia incapacidad demostrada por los herederos de los comerciantes para los negocios, pero sobre todo porque la tierra ofrecía otras alternativas más “tradicionales” que, a corto plazo y con menor asunción de riesgos, procuraban una más que evidente rentabilidad. Y así lo entendieron y pusieron en práctica muy pronto los Segura y los Calaff, si bien esta particularidad iba a poner pronto en evidencia sus límites y contradicciones.
Otra circunstancia, que incide en el mismo sentido de los argumentos expuestos anteriormente, concierne a lo limitado de los recursos que han de disputar y la necesidad de compartirlos con otros individuos llegados a Extremadura en idénticas condiciones y con parecidas inquietudes. La demanda de los productos en que traficaban podía verse incrementada en fases muy concretas, pero el contexto de la economía extremeña del siglo XIX no permitía las potencialidades que en otras partes del territorio nacional se estaban dando. A principios de la década de los treinta, por citar un ejemplo significativo, las aproximadamente 50.000 arrobas que cada año salían de los lavaderos de lanas cacereños, las 25.000 fanegas de cerales, 4.000 arrobas de aceite y 3.000 de vino que producía la capital debían disputárselas, además de con los arrendadores decimales, con las diferentes casas de comercio que existían, y las necesidades consuntivas que deparaba una población de 6.412 habitantes, que ocupaban 1.334 casas de habitación, no daban para muchas alegrías.
Quedaría por abordar, finalmente, siquiera a modo de línea de investigación en la que habrán de incidir futuros estudios, el tema del compromiso político que asumió esta burguesía en tierras extremeñas en el contexto de la crisis del Antiguo Régimen y la Revolución Liberal. De su participación en la vida municipal no faltan las noticias que dan cuenta de cómo José Segura Soler fue elegido concejal de Cáceres en 1812, 1820 y 1833; Miguel Calaff en 1833, 1835 y 1836; Santiago Calaff en 1836; Manuel Segura Ramón, por su parte, asumió la alcaldía en 1836 y Ramón Calaff en 1840. Su actuación, no obstante, iba a verse reducida a este ámbito local, consecuencia probablemente de haber sentido muy cerca la azarosa experiencia vivida por sus convecinos cacereños, la otrora todopoderosa familia García Carrasco, en su intento de traspasar las estrechas barreras de la política provincial y acceder a las esferas de la nacional, coto aquel reservado hasta entonces a las tradicionales oligarquías de campanario extremeñas.

lunes, 14 de mayo de 2012

Catalanes en Extremadura (1763-1872)[III]: Las compañías de comercio


Tercer capítulo en el que hemos dividido el artículo que da nombre a la serie Catalanes en Extremadura (1763-1872), escrito por el Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Extremadura, Miguel Ángel Melón, referido al asentamiento de diversas familias catalanas en la ciudad de Cáceres en las medianías del siglo XVIII. Esta tercera entrega que publicamos hoy está dedicada a las denominadas compañías de comercio.

Varias compañías se instalaron en la Plaza Mayor
La creación de compañías de comercio por parte de los catalanes supone un paso más en su consolidación como grupo, es signo de la prosperidad que experimentaron y testimonio de la diversidad que adquirieron sus negocios. Dichas entidades comienzan a operar en Cáceres a finales del siglo XVIII, pero será durante el primer tercio de la centuria siguiente cuando con mayor profusión desplieguen su actividad comercial. Dado que no es mucha la documentación que de ellas se conserva, la reconstrucción de la historia de estas entidades mercantiles se ha llevado a cabo a través de testimonios indirectos generados, en su mayor parte, por los problemas que se suscitaron en el momento de disolverse. Se llega así a pormenorizar la existencia de once compañías de comercio cuyas fechas de creación o sus integrantes no siempre consiguen determinarse con la precisión que se quisiera. Son las siguientes:
  • José Segura, Hermanos e Hijo
  • José Valentín Segura, Hijos y Compañía
  • Valentín Segura, Hermanos y Sobrinos
  • Juan Segura, Hermanos y Sobrinos (f. s. XVIII-1818)
            - José Segura y Tomás
            - Simón Ferrer y Segura
            - Juan Segura
            - Francisco Segura
  • Fernández Vilanova (1817-1821)
            - Herederos de Antonio Vilanova
            - Casimiro Fernández
  • José Segura, Hermanos y Sobrinos (1818-1822)
            - José Segura y Tomás
            - Juan Ferrer y Segura
            - Simón Ferrer y Segura
            - Josefa Ferrer y Segura
            - Mª. de la Paz Ferrer y Segura
  • Segura Soler, Hermanos y Compañía (1818-1828)
            - Valentín Segura Soler
            - José Segura Soler
            - Isidro Guija
  • Viuda de Segura Tomás y Compañía (1825)
            - Josefa Pujol
            - Miguel Calaff y Ferrer
  • Viuda de Segura Tomás, Hermano e Hijo (1828)
            - Josefa Pujol
            - Roque Pujol
-Miguel Calaff y Ferrer
  • Compañía de comercio de Miguel y José Calaff y Ferrer (1832)
            - Miguel Calaff y Ferrer
            - José Policarpo Calaff y Ferrer
  • Compañía de comercio de Miguel Calaff y Ferrer (m. s. XIX)
            - Miguel Calaff y Ferrer
            - José García Vinuesa
            - Vicente García Olalla

Se trata, en la mayor parte de los casos, de compañías integradas por los primeros catalanes que llegaron a Cáceres y por sus descendientes. No era habitual que dieran entrada en ellas a individuos ajenos al tronco familiar, excepción hecha de la fundada por los herederos de Antonio Vilanova, quienes incorporan al que había sido su cajero, Casimiro Fernández, en atención a “su pericia e inteligencia en el comercio, mediante de haver servido en este destino con el mencionado Don Antonio Vilanova el tiempo de más de doze años, conduciéndose con entera honradez, providad y pureza”. La otra excepción la protagoniza el todopoderoso lanero Miguel Calaff y Ferrer, en cuya empresa figuran como socios durante la segunda mitad del siglo XIX José García Vinuesa y Vicente García Olalla, símbolo de la comunidad de intereses que se había dado entre los individuos procedentes de otras migraciones, también selectivas, como la que tuvo su origen en los Cameros logroñeses.
Estas entidades comerciales traficaban con productos de la tierra y con otros de la más variada procedencia y su radio de actuación raramente se limitaba al siempre constreñido espacio regional. Madrid, Cataluña, Levante, los puertos andaluces, vascos o portugueses eran punto de destino de sus mercancías, pero también lugar de aprovisionamiento de los géneros que exponían en sus tiendas. No obstante, y pese a darse en todas ellas unas características muy similares, en cuanto a composición y funcionamiento, conviene analizarlas por separado para fijar con detalle las peculiaridades de su configuración.

De la primera sociedad mercantil formada por catalanes que recogen noticias fiables los protocolos cacereños es de la denominada Juan Segura, Hermanos y Sobrinos, cuya historia transcurre entre finales del siglo XVIII y 1818, año de su disolución. Como fondo de la sociedad se relacionan la casa número 17 del Portal Llano, en la Plaza Mayor, cinco inmuebles urbanos y parte de otro que se utilizaba como fábrica de jabonería; 546 mrs. de participación repartidos entre las dehesas de las Capellanías, Arenal de Delgadillo y Arenal de Loaísa; una parte del denominado “Olivar de los catalanes”; algunas cabezas de ganado que no se especifican y una casa en Sevilla, la número 19 del sitio denominado del Peladero. Dicho capital pasó ese mismo año a formar parte de otra nueva sociedad, la José Segura, Hermanos y Sobrinos, integrada por José Segura y los hijos de Simón Ferrer y Segura. Su duración se fija en un período de seis años, a contar desde el 1 de enero de 1818, pero al poco de crearse esta sociedad, en 1822, se procedía a su disolución ante los problemas que atravesaba, llegando sus socios a los compromisos que se relacionan a continuación:
1. Para la separación de los fondos de la compañía “dispusieron de común acuerdo no se hicieren balances para saber si había habido utilidades o pérdidas en la Sociedad, tanto por estar todos creídos que probablemente más bien resultarían pérdidas que utilidades, como de no hacerlos se seguía a todos mutua comodidad”.
2. En virtud de dicho acuerdo se convienen en aceptar como pago de sus haberes los géneros de tienda, dinero y ganados que quedasen.
3. Pese a que el capital de los hijos de Simón Ferrer y Segura en 1817 se tasó en 208.560 reales en géneros, fincas y ganados lanares, convinieron recibir de su tío (José Segura y Tomás) y de su hermano (Juan Ferrer y Segura) la cantidad de 146.882 reales en los géneros expresados en el capítulo segundo.
4. Quedarían para Simón, Josefa y María de la Paz Ferrer y Segura las rentas de las casas y fincas percibidas desde el 29 de Junio de 1821, pero también de su cuenta y riesgo correrían las 318 cabezas lanares que pertenecían por entonces a la sociedad. Dicha cabaña continuaría administrada hasta la misma fecha del año siguiente por José Segura y Tomás, quien abonaría a todos los interesados la lana, el queso y las crías que hubiera hasta la partición.
5. Todos se dan por pagados de lo que les correspondía de la sociedad, quedando las deudas a cargo de José Segura y Tomás y de Juan Ferrer y Segura, a no ser que alguna se hubiera originado con los negocios particulares de Simón Ferrer y Segura.
6. Por último, se detallan las propiedades pertenecientes a Simón, Josefa y María de la Paz Ferrer y Segura: cinco casas en la calle de Santa Bárbara y de la Santa Cruz, procedentes de la extinguida compañía de Juan Segura, Hermanos y Sobrinos; la parte de la casa que poseía en Sevilla y las rentas de yerbas que disfrutaban en las mencionadas dehesas cacereñas.

Un año antes del final y del principio, respectivamente, de estas dos sociedades eran los herederos del comerciante catalán Antonio Vilanova quienes, en unión del cajero de su padre, fundaban la Compañía Fernández-Vilanova, según atestigua un protocolo del 26 de noviembre de 1817, con sede en el Portal empedrado de la Plaza Mayor de Cáceres y bajo las siguientes condiciones:
1. El capital inicial de la sociedad ascendía a 75.948 reales y 7 mrs., procedentes de géneros de tienda (72.171 reales y 24 mrs.), valor de los mostradores y estantes (1.455 reales), pesos y romanas (511 reales) y diferentes efectos de la casa (1.810 reales y 17 mrs.).
2. La aportación de Casimiro Fernández y su esposa era de 18.200 reales, a los que venían a añadirse 57.748 reales y 7 mrs. de la menor Josefa Antonia Domínguez Reyes, hija de Manuel Domínguez y Josefa Reyes, esposa ésta en segundas nupcias de Casimiro Fernández y heredera también de Antonio Vilanova.
3. En consideración a que todo el trabajo de la sociedad recaería en Casimiro Fernández, a él corresponderían dos terceras partes de las utilidades y el resto a los herederos de Vilanova. Se dispone que igual proceder se seguiría de haber pérdidas y que todos ellos se mantendrían de los beneficios de la sociedad.
4. Casimiro Fernández se obliga a presentar todos los años el correspondiente balance “para acordar en su vista lo que se crea conveniente para su maior fomento y utilidades”.
5. Si Josefa Antonia Domínguez Reyes falleciera antes de los nueve años, pasaría a formar parte de la entidad hasta su finalización el también comerciante catalán Manuel Busquet.
6. Por ningún motivo podrían extraerse cantidades del fondo social de la compañía por Casimiro Fernández o sus herederos durante los nueve años que especificaba el contrato, y sólo se les autorizaba si lo necesitaban para su manutención o para la adquisición de géneros de comercio, “para que de este modo se vaia aumentando siempre el fondo de dicha sociedad y sean maiores por consiguiente las utilidades”.
7. Al disolverse, cada parte recuperaría sus porciones de capital y las ganancias obtenidas, bien en efectivo o en géneros de tienda y bienes muebles.
 La trayectoria de esta casa de comercio se vería interrumpida de forma brusca con el fallecimiento en 1819 de su principal impulsor, Casimiro Fernández. Las noticias que se conservan sobre el asunto sólo permiten saber que el óbito se debió a una “enfermedad contagiosa” sin determinar y que los rumores sobre el posible contagio de los géneros de tienda se extendieron pronto por Cáceres, hasta el extremo de que la venta de las existencias sólo podría efectuarse después de pasado un tiempo, en secreto y a individuos forasteros. En octubre de 1821 se procedía al finiquito de la sociedad, aceptando para ello unas pérdidas de 7.458 reales y 23 mrs.

Del año 1825 data la creación de la casa de comercio nominada Viuda de Segura Tomás y Compañía, de la que formaron parte inicialmente Josefa Pujol (esposa del difunto José Segura y Tomás), y su yerno, Miguel Calaff y Ferrer. Al fondo social de la entidad pasaron los bienes dejados por Segura y la dote de su esposa. Un tiempo después se admite en ella al hermano de la viuda, Roque Pujol, quien aportó 64.666 reales y 24 mrs., dando origen a la compañía Viuda de Segura Tomás, Hermano e Hijo. A partir de aquí se iniciaron las desavenencias entre los socios hasta culminar con su disolución, ”por motivos que no hay necesidad de referir”, pero que suponemos provocados por la falta de entendimiento entre suegra y yerno. Ha de intervenir entonces el Corregidor de Cáceres y en 1832, al no haberse realizado inventario y partición de los bienes de José Segura, encuentran bastantes dificultades para repartir los créditos y géneros de la tienda, “que tanto varían en especies y cantidades después de pasados algunos años”. Tras mediar tres vecinos de la ciudad, se acuerda inventariar lo existente en 1832 y deducir la dote de la viuda, para de ese modo determinar el valor aproximado de los bienes heredados de José Segura y Tomás y finiquitar la partición.

El 31 de enero de 1828 concluía su andadura la entidad mercantil Segura Soler, Hermanos y Compañía, tras diez años de operar en Cáceres como el segundo centro más reputado en los tratos de lanas y el mercado crediticio. De ella formaban parte los hermanos Valentín y José Segura Soler y, circunstancia poco frecuente según se vio, el también comerciante Isidro Guija. La escritura que refleja su disolución únicamente señala que se llevó a cabo “en razón a estar cumplido el tiempo por que se formó”, pero mucho me temo que en tal decisión pesaran razones de otra índole. El convenio se materializó en torno a estos siete puntos:
1. Quedaba disuelta la compañía desde el último balance, concluido el 1 de agosto de 1827, si bien hasta el 6 de mayo de 1828 no se procedería a su liquidación total.
2. Desde esta última fecha se autorizaba a los socios a emprender libremente cualquier clase de negocio, siempre y cuando no se usaran los fondos de la compañía ni se sirvieran de sus dependientes.
3. Se autorizaba a José Segura Soler a disponer de 15.000 reales anuales y lo que correspondiera proporcionalmente de esta cantidad a Valentín Segura en relación al capital por él aportado.
4. José Segura pasaría a Cataluña y el 6 de mayo de 1828 debía presentarse en Cáceres, por sí o mediante apoderado, para concluir la liquidación de la sociedad y la división de sus bienes. De no hacerlo, se facultaba a la Justicia real ordinaria y a los Jueces de la Real Audiencia de Extremadura para que designaran a las personas que representaran a ambos socios.
5. Como los bienes de la sociedad pertenecían a los dos hermanos, quedaba separado de ella Isidro Guija, previo pago del sueldo que le correspondiera por su trabajo.
6. Se permitía a Valentín Segura y su familia permanecer en la casa tienda de la sociedad, mantenidos del fondo de la misma, pero siendo de su cuenta “calzar, vestir, maestros, diversiones e instrumentos”.
7. Al regreso de José Segura de Cataluña se le abonarían, si no comiera en la casa de la sociedad, seis reales diarios hasta finales de julio de 1828.
Pese a todo lo estipulado, no tardaron en sobrevenir las diferencias entre ambos hermanos, a las cuales quiso permanecer ajeno Isidro Guija por expreso deseo. Se conviene para ello “en separarse absolutamente, como desde ahora se separa, de todos los derechos y acciones que puedan corresponderle en el concepto de tal socio, tanto por las reclamaciones del capital que introdujo en susodicha compañía sin utilidades o pérdidas, como por los salarios y manutención de su mujer y familia, como también lo que por qualquiera otro concepto pueda resultar”. De esta parte del acuerdo sólo consta que lo cumpliera Valentín Segura, previo compromiso de entregarle 7.630 reales en un año. Estas son las últimas noticias que he localizado en Cáceres a propósito de las compañías comerciales formadas por catalanes, tras el vaciado sistemático de los fondos de los escribanos ante los que habitualmente registraban sus escrituras y de cuantos protocolos notariales se conservan hasta mediados del siglo XIX.